jueves, 19 de marzo de 2009

VOLAR





Hay historias que tienen una alta probabilidad de convertirse en mitos. Historias de hombres y mujeres que jugaron, apostaron y generalmente, perdieron. Esta es la historia de un perdedor conocido, y un anónimo ganador.

Jorge era un dealer conocido por tener prácticamente todo lo que se puede en materia de drogas; no solo cocaína y marihuana, ese caballito de batalla de todos los vendedores de drogas del hemisferio oeste, sino que se preciaba de tener o conseguir heroína, éxtasis, anfetaminas, ácidos, y otras drogas que son tan poco conocidas que no vale la pena ni nombrar. "La casa es seria", decía con convicción.

Si sería seria la casa, que su fama y trayectoria le había permitido comprar una pick up 4x4 nueva, y una lanchita con un motor fuera de borda.

Pero Jorge tenía un par de puntos débiles. Uno, él mismo no lo sabía; el otro era la mujer de la que se había enamorado cuando tenía 16 años. Cecilia había sido su novia, y luego su esposa. Pero era una perra, un auténtico desastre; lo había engañado siempre, desde el primer mes de noviazgo, y había continuado haciéndolo, toda vez que él le dio oportunidad. Es que hay gente que no aprende, o no puede aprender, y Jorge era uno de esos. La descubría, la insultaba, le pegaba (a veces), lloraba, la dejaba, seguía llorando, y finalmente la volvía a buscar. Era un ciclo que se repetía, algo así como una vez al año.
Cuando le contó a sus amigos que iba a casarse con ella, lo recibieron en silencio. Uno de ellos le preguntó si estaba seguro. Jorge no pudo evitar enojarse, y le preguntó porqué creía que no estaba seguro.

Esa infelicidad, le provocó ser un tipo angustiado, y la angustia le llevó a comer en demasía; en definitiva, era poseedor de una doble papada, y una gran barriga. Un cuerpo peligroso para quien toma drogas, ¿no?

Bien, cuando esta historia tiene lugar, estaba empezando la temporada de veraneo. Para algunos dealers, eso significa trasladar su negocio al este, al gran balneario, o bien al segundo gran balneario. Pero Jorge estimaba esto como muy peligroso; jugar en un terreno desconocido, con diferentes agentes de narcóticos, que él no conocía. Además, quería descansar, tomar sol, estar con sus amigos (amigos que se acercaban a él para tomar drogas gratis), en fin, no sentirse perseguido por un par de meses.

Así que llegó el 3 de Enero, y Jorge enganchó el trailer de la lancha en su camioneta, colocó el portaequipajes en los racks del techo de la misma, subieron el perro y su esposa, y arrancó hacia el esperado y deseado descanso. Pero hizo una parada antes de tomar la carretera.
Paró en la puerta de la casa de su madre, tomó una cajita de metal plateada del asiento de atrás y bajó. Entró solo, porque su esposa y su madre no se hablaban desde hacía por lo menos 10 años.
Estuvo allí por una media hora, mientras su esposa fumaba en el auto, pensando maldades para decirle por haberla hecho esperar tanto tiempo.

Entre el calor, y la carretera, repleta de autos, la breve discusión con Cecilia, y el perro que ladraba cada tanto, Jorge empezó a sentir un poco de malestar, un ligero mareo y como el estómago pesado. Buscó un lugar en donde parar.

- ¿Qué pasa? - dijo Cecilia, cuando Jorge detuvo el auto en la banquina.
- No me siento bien, estoy medio mareado. Me parece que me cayó mal algo que comí.
- Alguna porquería que comiste en lo de tu madre...
- No; no comí nada en lo de la vieja...
- ¡Voy a tener que manejar yo, y faltan como 300 Km.! Yo no puedo manejar con la lancha ahí atrás, no me animo...
- No, dejá. Ya me siento mejor; sigo yo.
- ¿Porqué no ponés a "Pelé" atrás? Cada vez que ladra me deja sorda...
- Nooo... tengo miedo que se tire y se haga mierda.

Siguió manejando hasta llegar a la casita que tenían en el balneario "Punta Serena", un agreste pero de moda sitio entre la gente "cool" de la ciudad. Se juntaban allí los aspirantes a actores de teatro, escritores, "neohippies", por llamarlos de alguna manera. No había corriente eléctrica (¡fantástico!), y uno podía dormir en la playa escuchando a los lobos marinos hacer el amor, si no eran demasiado importunados por los veraneantes.

Jorge disfrutó de la agradable sensación de bajar las cosas de la camioneta y llevarlas a la cabañita, el regocijo del primer día de vacaciones, con dos meses por delante. Sin embargo, debería haberse dado cuenta que esta vez le costó mucho esfuerzo desenganchar la lancha; se cansó y transpiró de una manera desacostumbrada. "Estas vacaciones realmente las preciso, estoy fundido..." pensó.

Se tiró en la cama y durmió hasta la noche. Su mujer salió a pasear con el perro, visitar conocidos y diseminar la alegría que provoca la llegada de un dealer entre tantos drogadictos.

Se despertó tres horas después, con la boca seca, y se tomó dos latas de cerveza helada, que había puesto en la conservadora cuando llegaron.
Salió a buscar a Cecilia, con ese dejo de tristeza que le provocaba estar pensando a menudo en la infidelidad de su mujer.
La encontró en "El Leño", un barcito y restorán que era prácticamente el único del balneario. Por suerte, ella estaba sentada con dos parejas de conocidos; dos actores que eran "novios" desde hacía unos años, y otra pareja heterosexual (él diseñador gráfico y ella bailarina).

- ¡Jorgito! ¡Sentate; ya estábamos por ir a buscarte...! - dijo Esteban, uno de los actores.
- Si; me quedé dormido como un tronco - dijo mientras besaba en las mejillas a todos los presentes.
- Empezaron las vacaciones; ya hay pila de gente, ¿Viste? - dijo la bailarina.
- ¿Y tus nenes cómo están? - le preguntó Jorge.
- Ahh... quedaron con el padre. Juan alquiló en "Cabo Sur"; después veo si pasamos a verlos... Vamos a tener que recorrer todo el balneario, porque me olvidé de traer el mapita que me hizo...
- ¿Qué les parece si armamos un "fasito"?, dijo interrumpiendo el segundo actor.
- Bueno - dijo Jorge - Vamos a casa.

Esa noche empezó a caer gente por lo de Jorge, como una confirmación de la existencia de la telepatía, al menos entre cierto tipo de gente. Había por lo menos unas quince personas a las dos de la mañana, y whisky (que puso Jorge), vino (berreta, que trajo un colado), y alguna cerveza. También fue por cuenta de Jorge la marihuana y la cocaína, pero eran las reglas de la casa de veraneo; él ponía las drogas, y los demás la diversión.
A las cuatro de la mañana, Jorge se fue a acostar, porque estaba liquidado; los demás se fueron al alba.

Al otro día, al mediodía, se despertó y fue con el perro a buscar un asado al supermercadito que había en la carretera, a unos 15 Km. Tuvo que cargar la leña él, porque había faltado el ayudante. Después pasó por la estación de nafta y llenó el tanque, más un bidón de 30 litros de súper para la lancha.
Después de bajar la leña y el bidón, empezó a armar el fuego en el parrillero.
A las dos, apareció Cecilia, en traje de baño y se sentó bajo el toldito con un vaso de cerveza en la mano.

- Gordi, ¿te sirvo una cerveza? - dijo Cecilia.
- Si. Correte que te puede caer una brasa - dijo Jorge mientras rastrillaba el fogón.
- Decime una cosa. ¿te hubiese gustado tener hijos? - dijo Cecilia.

Jorge paró lo que estaba haciendo y miró por un momento a su esposa; y pensó "No, no me hubiese gustado preguntarme toda la vida si serían míos o de cualquier otro".

- No sé... ¿No te parece que ya es un poco tarde para pensar eso en serio?
- ¿No te gustaría adoptar uno?
- ¿Vos te creés que con el tipo de trabajo que tengo, van a darte un niño? Esa gente averigua a que te dedicás, si sos un tipo "normal", digo yo...
- Si, es cierto - dijo pensativa Cecilia.

Comieron el asado en silencio. Como siempre, Jorge comió como un león, y casi sin masticar tragaba grandes bocados de carne. Ella, comió poco, estaba rara, como triste. "Ahora le vino la manía de tener un hijo", pensó Jorge; "así como antes tuvo la manía de ser actriz de teatro, de profesora de yoga, de pintora, de ceramista... debe ser manija de Laura, que tuvo hace poco y quiere que todos sean felices como ella..."

A eso de las cuatro de la tarde, fueron a la playa; caminaron las diez cuadras bajo el sol ardiente, porque estaba mal visto moverse en un vehículo tan burgués en un lugar "intelectual".

Se encontraron con un grupito de una decena de personas, haraganeando en la playa. Había algún "famoso"; un dramaturgo y un par de escritores medianamente conocidos, más los habituales personajes cuya ocupación principal es estar en las fiestas de los "famosos". También había otro dealer.

Jorge estaba un poco triste; la convicción de la infelicidad de su mujer le había dejado un gusto amargo. Pero se había traído a la playa el antídoto ideal, el "curalotodo" de los drogos: un "ácido".

- Traje un par de "ácidos" - dijo - ¿Alguien quiere?
- A mí no me vendría mal - dijo una gordita que Jorge creía se llamaba Tamara, pero que en realidad se llamaba Thalía.
- Tomá - dijo Jorge partiendo un papelito a la mitad - Dentro de media hora vamos a estar volando...

Luego de llevarse la minúscula lámina de papel a la boca, decidió darse un baño, porque tenía un calor bárbaro. El chapuzón en el agua helada lo refrescó.

Se sentó en la arena, y al minuto pasó. Sintió un dolor en el brazo izquierdo y en el pecho, como si lo hubiesen atravesado con una espada de lado a lado. Apenas atinó a decir "Ceci..." y se cayó para adelante. Enseguida todo el grupo se acercó, sorprendido, y lo pusieron boca arriba. Nomás al ver el color de su cara, se dieron cuenta que algo grave le había pasado.

- ¡Tiene un ataque al corazón! - dijo uno de los inútiles, que había dejado medicina en el segundo año.
- ¡Jorge, Jorge! ¡No te mueras! - decía desesperada Cecilia, y lloraba de verdad.
- ¡Vamos a llevarlo hasta la camioneta! - dijo uno.
- ¡Pesa una tonelada, gil de mierda! ¿Cómo vamos a llevarlo diez cuadras?
- ¡Cecilia, pensá! ¿En dónde están las llaves de tu camioneta?
- ¡No me acuerdo, no me acuerdo...! - dijo llorando
- ¡Bueno, acompañame, vamos a buscarla! - dijo uno que había sido su amante hacía un par de años.

Corrieron todo lo que pudieron y volvieron en la camioneta. El que manejaba, no se animó a meter la camioneta hasta donde estaba tirado Jorge, por miedo a enterrarla en la arena y empeorar la situación.
Lo subieron como pudieron a la caja de la camioneta y salieron a toda velocidad hacia la policlínica más cercana, a 50 Km. de "Punta Serena".
La gordita que había compartido el LSD con Jorge, se reía con expresión estúpida, soñando que era una broma...

Cuando llegaron a la policlínica, Jorge había muerto hacía 22 minutos, exactamente.

Bueno, las preguntas de la policía, las llamadas a los familiares, todo eso fue muy difícil de asumir para el ex amante de Cecilia, que tuvo que hacerle frente al temporal. Un servicio para el cornudo, que sentía se lo debía.

Fue aún más difícil de soportar para la madre de Jorge. Lo quería mucho, aunque sabía a lo que se dedicaba su hijo.

En el velorio habló un poco con Cecilia, sin llegar a reconciliarse. Le dijo cómo lo iba a extrañar, cómo recordaba la última vez que lo vio, cómo estuvo en el jardín del fondo un buen rato y luego se lavó las manos; el beso de despedida...

Tres días después de enterrar a Jorge, su madre se levantó pensando en él. Puso la caldera en el fuego, y preparó el mate. Se sentó en el mismo banquito de todas las mañanas, y estuvo un rato así, un poco ida. Luego se acordó que había dejado ropa secándose afuera, y fue a bajarla.

Su sorpresa fue enorme, cuando vio que en su jardín, alguien durante la noche había removido hasta el último centímetro de tierra, buscando la cajita de metal plateada.

***

(© 2001 Carlos B.)

4 comentarios:

NuMaN dijo...

Creo que lo conocí a Jorge.Aunque lo llamábamos,con otro nombre.Te acordás,Carlos?.Yo tampoco.Salutti.

Mariana dijo...

Estaría genial saber qué te llevó a escribir esta historia. Al final su único "valor" estaba en el fondo de la casa de su madre y obviamente, había que ensuciarse para conseguirlo.
Saludos, Mariana.

Unknown dijo...

que bárbaro...eso de la cajita deja a todo el mundo picando...terrible gancho...

Que triste la vida del tipo. Un amor correspondido pero no tanto como el hubiese querido, amigos de papel, artificio, infelicidad...

inesnogueiras dijo...

Sí, felicitaciones a Carlos por sus cuentos de viajes y voladas.